jueves, 27 de diciembre de 2012

Soledad de los pobres



Bajo los viejos toldos, derramada;
en el desorden gris de las aceras;
en la ciudad que bebe su rutina;
junto a las vías, en la madrugada;
escondida en los trenes como un prófugo;
en las heladas sin misericordia;
acompañando al frío en un semáforo;
amiga de la luz y de la sombra;
intemperie y hogar del desamparo.

martes, 25 de diciembre de 2012

Sumar decimales (los excluidos)


Perdóname, lector, si te molesto.
Perdona si me empeño
en sumar decimales
contra la desmemoria que impone el redondeo.

Ya sé...
Para que todo cuadre
en el libro de cuentas de la amnesia
se establecen los márgenes
y el balance se ajusta en los números enteros.

Todo lo que me digas lo comprendo.
Mucho mejor así: los decimales
son el margen de error tipificado,
un dedo que señala
en dirección contraria.

Y sin embargo quiero
aprender a sumar los decimales
no confundir a un hombre con los restos
de un asunto contable.

Prefiero dividir
la exactitud helada de las cifras
hasta su dimensión en las aceras,
su extensión decimal. Probablemente
no nos salgan las cuentas:

más allá de los márgenes
nos vamos a medir.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Toco el amor de oído


Desquítate si quieres.
Acúsame del vértigo de todos los silencios.
Derrama tu dolor sobre mi torpe
forma de convivir con las señales.

Pude hacerlo mejor probablemente-
toco el amor de oído-.

Al menos no me imputes
la pérdida del tiempo que vivimos.

jueves, 6 de diciembre de 2012


... esto es amor, quien lo probó lo sabe.
                                               
Lópe de Vega


Quien lo probó lo sabe, pero entonces
vienes tú con el peso de tu viejo equipaje
y nada se parece
a la oferta de amor de los folletos.


Déjame entrar.
La puerta
cerrada de tus manos
oculta el laberinto.


Como una lluvia fina y silenciosa
que poco a poco ensucia las aceras,
así se van borrando los contornos
de otras noches iguales.

El tiempo hace las paces
con la velocidad, y en la memoria
siguen faltando signos,
recuerdos que no pesan lo que dicen,
claroscuros que enmiendan,
con su cercada luz, sus territorios.

Sin embargo apareces
como una pausa última
rescatada de un fondo sin promesas:
amanecía en Madrid cuando besamos
el último resquicio de la noche
para decirse adiós.

Vienes para quedarte.

Decirse adiós fue un surco en la memoria.

El tiempo lloverá, difuminando
contornos de otras noches.

Nos dijimos adiós...
                                pero vas a quedarte.




Y donde se resiste
la esperada respuesta,
vuélvete hacia el abismo.

Conjura de palabras las que callas.





Las miradas se cruzan
como en una pregunta.

Una sonrisa es siempre un acertijo.

Sucumbes al calor de las promesas.


domingo, 4 de noviembre de 2012

Gramática de la soledad XIX


Pequeñas son las cosas.
Apenas se aparecen
para domesticarse
como un animal fiel y sin memoria:
delimitan los márgenes.

Mientras se esparce el mundo a su demanda
fijado por su orden
te describen a ti: un hombre solo,
sofá, manta, teléfono,
la ropa sin lavar sobre la silla,
la soledad de un vaso,
y el frío de las fechas
de un calendario muerto en 2001
que no acierta los días pero marca
la página de un libro.

Pequeñas son las cosas.
Apenas se aparecen
para domesticar la realidad,
esa fiel compañera de viaje.



domingo, 21 de octubre de 2012

Gramática de la soledad X


Si digo soledad,
nombro la dimensión de las aceras
y la medida exacta de mis pasos
detrás del aquelarre de la noche.
Y sin embargo, exactas,
como los nombres propios,
se proyectan las sombras
que no son la materia del deseo.


Si digo soledad se recompone
con sentido el silencio
que ha ido ocupando las habitaciones
de mi casa vacía.

A cuestas de este jueves está el mundo.
Voy a salir despacio hasta ser viernes.

Y digo soledad, y su cadencia-
brújula de tus labios- me describe
el decorado ausente de tu boca
donde siempre es Diciembre y siempre es lunes.


domingo, 9 de septiembre de 2012

jueves, 6 de septiembre de 2012

Gramática de la soledad VIII


VIII

No busques tu refugio en los amigos.
Como un piso vacío
se habita la amistad con las promesas
que no son un refugio.

El verdadero hogar del solitario
es la casa amueblada de su historia:
un espacio en desorden.


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Gramática de la soledad VII


VII

Calculo la distancia
para salir de casa descontando en los trenes
los besos que se escapan en el andén vacío.
Pasan las estaciones
como se van los días laborables
tachando sin huella en los calendarios.

Camino de la cita
las dudas son un equipaje abierto:
pienso que debería
negociar con mi ropa
una rendición justa en la frontera
de mi gusto y el tuyo;
todo me sobra encima
de este cuerpo extranjero
cuando voy a mirarme en tus espejos;
temo que la elocuencia
de la ficción de las conversaciones
que nunca mantuvimos
se fugue al verte igual que la mañana
cede frente al empuje de la tarde.

Caminar hacia ti
es mi desnudo en todos los espejos,
mi intimidad rendida
al firme veredicto de tus ojos.
El Cercanías muerde la distancia, desbrozando
un camino de ida
desde mi soledad hasta tus labios.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Gramática de la soledad XVII


Dime cuál es el léxico de un beso.
No recuerdo el sabor de su semántica,
su puntuación exacta y la medida
o el calor de la sangre
llenándote los labios.


Explícame la dimensión del tacto, no la comprendo,
la flor de la saliva y su prosodia,
la lectura entre líneas del aliento,
el contrapunto atento de tus manos...


Un beso es la sintaxis
que ordena sin metáforas dos términos reales:
la magnitud callada de tu boca,
la inminente caída de los párpados.


viernes, 31 de agosto de 2012

Gramática de la soledad XVI


Este saldo negativo
con sus cifras ahogadas como el hielo en un vaso.

Estas horas sin nada con el peso de todo
y la luz retirándose de todas las fachadas.

Este folio sin ti y esta cama borrada
y la piel de la tarde
desollándose oscura como un manto de sombras.


jueves, 30 de agosto de 2012

GRANADA


(Del poemario "Tres para septiembre", que podéis encontrar completo en un enlace lateral)

I

Porque pude aplazarte y no lo hice
me encontraste desnudo.

No conocí tus pliegos más oscuros
ni el laberinto azul de todas tus mañanas
superando a la noche como sombras,
pero me reconozco en tus aceras.

Te busqué con la inercia del que huye
del pago de una deuda
y encuentra su refugio
en la mirada anónima de los puntos del mapa.
Quise encontrarte ausente
y no mirar tan pronto
a tus ojos acuosos en el río Genil:
no sé decirle adiós a una mirada.

Pero encontré la piedra de tus noches
encadenada al fondo
del frío amanecer de las promesas.


 II
  
Si te quito la ropa
serán un mapa abierto
los rincones oscuros de tu cuerpo.
Guardas con avaricia un mundo entre las manos
como un tesoro virgen,
pero puedo asomarme a tus abismos
y provocar al día con mis dedos,
un húmedo temblor
entregando mi cuerpo como en un sacrificio.

Vamos a proponernos
que igual que pierde el hielo de los vasos
su fría compostura frente al whisky
con el último trago ya no tenga sentido
la puerta de tus piernas
                                       cerrada
ni la prudencia tibia de mi ropa.

Lo negaré mañana
y se te habrá olvidado y
                                        mientras tanto
una mesilla y un despertador
y el frío como un huésped
tendido en un sillón junto a la ropa.

  
III

Cada puesta de sol
tiene su biografía,
su desgarro de púrpuras
o la luna asomándose a unos labios.

Antes de irse
                        el día
derrama sus promesas
como en un movimiento de caderas
hay una profecía.

Los amantes que beben
sus labios junto al mar
sufrirán su resaca de salitre.
El hombre que lee solo
dibujará su bosque de preguntas;
y el niño que en verano
se pierde en un paréntesis de dudas
mirará los naranjas recordando
un rostro en el desorden de pupitres
que dejó en la ciudad
y escribirá su nombre junto al río.

Cada puesta de sol es una herida
abierta al horizonte
que sangra su nostalgia de violetas.

En cada anochecer
promete un Sol distinto su regreso
igual que tus caderas
sacudiendo la calle hasta perderse
al doblar una esquina en la calle Ruiseñor
me prometen volver.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Gramática de la soledad VI


VI

El que teme a la luz teme a la sombra.
Quién sucumbe a la noche pierde el día.
Quién pide soledad encuentra dudas.
El que busca respuestas está solo.

No encuentra su final quien no camina.
Caminar es asunto de principios.
Los principios son siempre una pregunta.

Dudar es un diálogo tranquilo
con los resortes de nuestra memoria.

Recordar es hacer una mochila
para un largo camino.


Soneto


Muerde la soledad cuando se clavan
en un fondo sin mí tus ojos grises,
como un anochecer que en tus matices
encuentra, tras su fondo, una llamada

perdida en los depósitos del alba.
Me caigo en tus abismos cuando insiste
en provocar tu ausencia su declive
y un parpadeo ahuyenta tu mirada.

Dos soledades no son una suma
ni puede la distancia acorralarme
más allá de tus territorios.

Querrá el tiempo que el fuego se consuma
en la terca ecuación del almanaque.
Me entregaré al chantaje de tus ojos.


Gramática de la soledad IV y V


IV

No la sombra, que dibuja como una amenaza en la pared nocturna de las habitaciones de la infancia, ni la grieta en la luz del pasillo que previene la sombra. Tampoco la figura casual de la ropa en la silla con su mueca insolente, ni los significados que el desvelo le atribuye a los pliegos del mundo.
                La visión de la muerte en las postales de algún telediario es una vacuna, no son indicaciones del miedo. Tampoco sus mecánicas rutinas: cada fobia tiene en la complejidad de su catálogo diagnósticos seguros de la amenaza, certezas de la sombra o del abismo.
                No es la intemperie de la soledad con sus credos, sus mitos y sus liturgias.
                La incertidumbre sí. La incertidumbre…




  
V

En un vaso de vino
hay siempre una pregunta.
En el granate intenso de las lágrimas
se dibuja el contorno
de una interrogación.

En cada trago una promesa rota.

En el aroma, un recuerdo cerrado
como una flor cortada en la memoria.
En su color rubí el final del día
manchando el horizonte como un poso.

Su sombra en la garganta
de bálsamo agridulce
es el paso del tiempo.

Para que el tiempo pase
comparto esta botella con las sombras
que habitan los pasillos.

Gramática de la soledad I, II y III


I

Las hojas firman sus metáforas
en el paso del tiempo.
En la noche se escriben
continuos alegatos contra el día.

El orden de las cosas-
                                               su gramática,
las reglas que someten al vacío
a los márgenes rotos
de nuestra realidad- son materiales
efímeros: los pasos
de un ciudadano anónimo marcando
en la acera su ritmo
¿qué dirección esconden?.




  
II

Todo se desdibuja en los contornos
del minutero.
Exacto
como una invocación en los andenes
sólo se apunta el tiempo en que no llegas.

Pierdo tu imagen como en un desfile
se pierde una comparsa.





 III

No te llamo.

Puede que no me esperes.

¿Debería
sutilmente asomarme
disimulando al verme que te espero?

Me pierdo en tus señales.
¿Te guardas tú también de la intemperie?

Mostrarse es un desahucio,
la habitación desnuda privada de sus muebles.