miércoles, 29 de agosto de 2012

Soneto


Muerde la soledad cuando se clavan
en un fondo sin mí tus ojos grises,
como un anochecer que en tus matices
encuentra, tras su fondo, una llamada

perdida en los depósitos del alba.
Me caigo en tus abismos cuando insiste
en provocar tu ausencia su declive
y un parpadeo ahuyenta tu mirada.

Dos soledades no son una suma
ni puede la distancia acorralarme
más allá de tus territorios.

Querrá el tiempo que el fuego se consuma
en la terca ecuación del almanaque.
Me entregaré al chantaje de tus ojos.


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