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Tres para septiembre
Raúl Cordero Núñez
|
ÍNDICE
PRÓLOGO
HISTORIA
Voy a
engañarte en casi todo
Advertencia
Una
fotografía
Cuarenta
años y un día
Camino
de la cita
Los
Mercados I
Febrero
Primera
vez
Cosas
que hacer a solas
El
verano
Los
Mercados II
Septiembre
Pero no
lo sabíamos
Oportunidad
Trampas
al solitario
GEOGRAFÍA
GRANADA
I
II
III
CRACOVIA
MADRID
I
(Nocturno)
II
(Nocturno)
III
IV
Ostalgie
HAIKUS
URBANOS
FÍSICA Y
QUÍMICA
Cuestión
de semántica
Materia
oscura
…y sin
embargo…
Todo lo
que no dices
El niño,
junto al mar, mira las olas…
Monotonía
Realidad
virtual
Sin
noticias
La vida
es un diálogo del mundo con nuestra soledad
Compañeros
de viaje
EPÍLOGO
PRÓLOGO
Hay una
intimidad
también
en las palabras compartidas,
en la
desnudez mutua
de la
conversación.
Tú le
sumas
al
rígido esqueleto del monólogo
el calor
de la sangre de las dudas
anegando
la piel como en las playas
la
indecisión del mar
improvisa
sus ritmos en la arena.
En un
lugar común quiero encontrarte,
en ese
espacio abierto que está por construir.
Una
conversación
es
siempre una aventura de optimistas
que
juegan a encontrarse en el idioma,
que
apuestan contra el riesgo de perderse
en la
conspiración
sutil e
inmanejable del lenguaje.
Soy
mucho más que en mí en ese nosotros
que es
siempre una promesa.
Allí
quiero encontrarte,
en la
precaria
construcción
de sentidos compartidos,
en este
espacio abierto
que
nunca es una suma
exacta
de tu
voz y la mía,
pero
que sólo
existe en mí si estoy contigo.
HISTORIA
Voy a
engañarte en casi todo,
es una
condición de la memoria.
Advertencia
Apenas
una historia que contar
sería
suficiente. Entre las tachaduras
ver la
supervivencia de los muebles
de un
lenguaje común
armarse
con sentido, como se arma el idioma
en que
hablan tus silencios.
Pero es
la madrugada una promesa
difícil
de cumplir.
Tan sólo
una advertencia:
que los
versos no sean
aquello
en que la carne no supo realizarse.
Fotografía
Hay siempre una renuncia
en el paso del tiempo
que encuentra su medida en
la instantánea
de las fotografías.
Un espejo es un fraude en
que ponemos
una esperanza en vano.
De nosotros nos hablan
mucho más las nostalgias
que el presente
y por eso al mirarnos
en las fotografías
entendemos que ayer
era un vacio real lleno de
sueños,
que ha habido un coro de
renuncias
y que el tiempo es un
monstruo
hambriento de estrategias.
Los espejos aprueban
pero
una fotografía obliga a
suspenderse,
a buscar las promesas,
a transitar la sombra del
presente
llena de realidad
vacía de sueños.
Cuarenta
años y un día
26 de Enero de 1977,
Te
pidieron silencio
en el
atardecer de una promesa.
Pueden
también los sueños
ponerse
como el sol
detrás
de un uniforme y su retórica,
de una
camisa azul y una cruzada.
Te
pidieron silencio
y en las
plazas mojadas- la lluvia se batía
contra
el mismo empedrado-
se alzaron
las banderas con afán de mordaza.
Los
himnos celebraban al hombre mutilado.
La calle
era un abismo de silencio.
Y la
aurora fue un grito contra el tiempo.
Pueden
morir los sueños
como
mueren los hombres,
como los
mediodías
sucumben
en la tarde
de todas
las promesas.
Y un
hombre en el umbral
de una
revancha
quiere
elevar su voz sobre los féretros
de Enero.
- No me
pidas silencio
que son
cuarenta años de voces mutiladas.
Pueden
morir los hombres
como se
muere un sueño,
igual
que las promesas se deshacen
en los
ríos del tiempo.
Y un
hombre en el umbral
quiere
elevar su voz sobre los féretros de Enero.
No sabe
que aún
han de pedirle silencio un día más,
que esta
condena son
cuarenta
años y un día
de Enero.
Camino de la cita
Calculo la distancia
para salir de casa
descontando en los trenes
los besos que se escapan
en el andén vacío.
Pasan las estaciones
como se van los días
laborables
tachando sin huella en los
calendarios.
Camino de la cita
las dudas son un equipaje
abierto:
pienso que debería
negociar con mi ropa
una rendición justa en la
frontera
de mi gusto y el tuyo;
todo me sobra encima
de este cuerpo extranjero
cuando voy a mirarme en
tus espejos;
temo que la elocuencia
de la ficción de las
conversaciones
que nunca mantuvimos
se fugue al verte igual
que la mañana
cede frente al empuje de
la tarde.
Caminar hacia ti
es mi desnudo en todos los
espejos,
mi intimidad rendida
al firme veredicto de tus
ojos.
El Cercanías muerde la
distancia, desbrozando
un camino de ida
desde mi soledad hasta tus
labios.
Los mercados I
Una moneda en el vaso
y una manta en las rodillas.
Y tu mirada sobre la acera: la luz
las lágrimas de una farola.
La gente en la calle, y el aire
no deja ver las estrellas.
Las ciudades se encogen de hombros,
asumen a los que sobran
como elementos de un esquema,
tienen sus constelaciones
enlatadas. Nada rompe
su dinámica de monstruo
devorador de promesas. Y tú
con la mirada clavada en la acera.
y una manta en las rodillas.
Y tu mirada sobre la acera: la luz
las lágrimas de una farola.
La gente en la calle, y el aire
no deja ver las estrellas.
Las ciudades se encogen de hombros,
asumen a los que sobran
como elementos de un esquema,
tienen sus constelaciones
enlatadas. Nada rompe
su dinámica de monstruo
devorador de promesas. Y tú
con la mirada clavada en la acera.
Febrero
Tiene la
misma luz
esta
tarde que otras,
el mismo
dilatarse hasta el ocaso
temprano
de Febrero.
Parece
que su brillo fuera un préstamo
de otras
tardes iguales.
En la
mesa el desorden
es un
acogedor espacio mudo
para la
soledad de los poemas
o la nostalgia
en todos los relatos.
Sobrecoge
la sombra
de todos
los Febreros
pintándose
de nuevo en los ladrillos
de la
fachada gris de la memoria.
Siempre
es volver mirarse en el invierno,
una
comparación distorsionada
calzando
otros zapatos.
Esta
tarde se enrosca en su rutina
de ser
tarde en Febrero:
palidece
la luz, el sol ensaya
una
mentira ya representada
y se
pierde otro día es sus resquicios
como en
los calendarios
es
eterno el otoño.
Siempre
es volver…
Siempre
es la misma tarde
derramando
su escarcha en la calle vacía.
Pero
hoy, por la ventana,
veo
colorearse los almendros.
Primera vez
Se
dejaron caer, como si el mundo
no
fuera a detenerse,
los
pliegos accesorios de la noche.
Sobre
el mantel nocturno desplegaba
sus
métales tu cuerpo
detrás
de la cortina del invierno.
Y
de pronto caían
en
un fondo abismal de incertidumbre
todo
lo que aprendimos,
las
horas de pupitre, las lecciones
con
el alma amputada
del
temario soez de biología:
más
tienen que decir dos cuerpos rígidos
sometidos
al límite del mundo,
ceñidos
en el margen de la cama.
Una
mano viajera exploró tu territorio adolescente
igual
que una mirada
se
posa en los retales de la historia
en
los libros de texto
y
sucumbe en la piedra de los muros
de
las viejas murallas
porque
guardan las voces de un relato
que
pierde su mayúscula en tu cuerpo
cuando
adivina el mío la exactitud del mundo.
Descubriste
mis dudas
que
bajo el pantalón te señalaban
y
buscaban a oscuras
enterrarse
en la luz de tu respuesta.
Fuimos
un garabato
enredando
su trazo entre las sábanas
sin
apenas perder el envoltorio,
y
de nuevo nos vimos como extraños
sin
la falsa coraza de la ropa,
salpicando
la noche
con
el vapor de luz de tus gemidos
ardiendo
en el empuje de mi inercia.
Tu
cuerpo, como un dique, me contuvo
a
costa del desgaste de tu orilla.
Nada
nos enseñaron
que
valiese la pena hasta el momento
de
tu cuerpo y mi cuerpo.
Todo
lo descubrimos
palpando
a tientas la ciudad sin mapas:
la
flor de tu saliva- universo en tu boca-
la
escarcha de mis dedos derretida
en
el hondo humedal de tu silencio,
la
sombra de mis dudas
torpemente
embistiendo tus respuestas
hasta
un fondo arrancado a tus suspiros,
las
manos como sombras…
Fuimos
desmantelando tercamente
la
rutina ancestral de los amantes:
siempre
es irrepetible, aunque se imite,
el
tiempo compartido.
Con
un precoz alivio a tu dolor
deshicimos
los mitos.
Cosas que hacer a solas
Es posible que sea
un solitario. Me dicen los
que saben
de mí que nunca dejo
espacio para nadie.
Es posible que sea
como ellos dicen.
Pero hay algunas cosas
que no dejan espacio
apenas para mí:
manchar una hoja en blanco
con la biografía de un
deseo;
abrir una pequeña conserva
de sardinas
y comer en silencio; leer
a Ángel González,
reposar la cabeza en el
respaldo
de la silla; o armar
un mueble del Ikea
que nos reta a estudiar su
complicada ingeniería.
Algunas cosas piden
una presencia única y
primera,
la subordinación de
nuestro mundo a su demanda.
Por ejemplo,
remover el azúcar del café
o cortarse las uñas;
mover de un sitio a otro
la ropa,
deshacerse del fuego de
una erección insólita.
Dice quien me conoce
que soy
un solitario.
Se equivocan.
Pero es tanta la urgencia
que tienen los objetos
de mí
que sólo puedo darme de
uno en uno.
El verano
¡Mirad la soledad de las
aceras!
La luz, con su martillo,
golpea el suelo gris
desdibujando
sus líneas. Duermen todos
una siesta infinita
en las habitaciones del
verano
y es el tiempo más largo
de la infancia
esa espera mortal de los
adultos.
¡Mirad la soledad
que cabe en unas horas de
abandono!
Los
Mercados II
Mañana
será otro día
como
tantos.
La misma
oferta en los escaparates
y una
misma
melodía
enlatada en los lineales
de los
super-mercados:
pontífices
del credo democrático,
avatares
del dios de la codicia.
Y pasado
mañana
es un
folio manchado.
Porque
el género expuesto
a su
caducidad
tiene
stock suficiente:
sólo se
echa a perder
aquello
que ha encontrado su reemplazo.
Septiembre
Un columpio
vacío. La ventana
sin luz
de las moradas del verano.
El olor
a humedad. La media tarde.
La luz
del sol manchada
con el
ocre del polvo de una lámpara vieja.
Del
verano nos queda
una
herida que sangra sus hojas amarillas
y una
nostalgia siempre prematura.
Domingo
del verano. Septiembre.
Pero no
lo sabíamos
Crecer
no es encontrar una respuesta.
Cuando
los días eran
indulgentes,
y el
tiempo una medida inabarcable
con el
peso en las horas de todo el porvenir,
solía
acariciarnos
el
mundo
con la
conformidad de su apariencia:
tan sólo
sus reflejos nos eran suficientes.
Entonces
las lecciones
trataban
de explicar que la sonrisa
del
cielo en nuestras noches de verano
era un
frío satélite,
que las
pecas de plata de la noche
eran
inalcanzables
esferas
de materia incandescente
igual
que el corazón que descubría
una piel
tras las plumas de tu abrigo,
el calor
de la sangre detrás de tu corteza.
Apenas
sujetaban nuestras manos
el
dúctil material de las promesas.
Ingenuos,
pretendimos
palpar
la superficie de una conspiración
y pensar
que es el tiempo un compañero
que nos
ayuda a hacer el equipaje,
a
facturar los sueños
en la
improbable terminal de nuestra infancia.
Madurar
es abrir
la maleta y darse cuenta
de que
nuestro equipaje es el de otro.
¿Quién
eres tú?
Crecer
no era encontrar una respuesta
sino
saber hacerse la pregunta,
pero
no lo sabíamos.
Oportunidad
Dueles porque no fuiste
apenas realidad que ser
espina,
ni la euforia fugaz de la
conquista
ni el drama persistente de
la pérdida.
Dueles porque no fuiste.
Qué forma de ser tú que
apenas eres
una sombra sin cuerpo.
No fuiste en la metálica
apariencia
de la noche sin señas
más que un deseo mudo que
enterrar con el alba
cuando se comprometen las
promesas
a verse bajo el sol sin
maquillajes
ni excusas que encubrir
con la liturgia
frenética del viernes:
al alba se amontonan las
apuestas
que cobrarle a la noche
o que aportar al fondo del
deseo.
Pudiste ser aquella
junto a la escalinata
de la sonrisa fiera y la
nostalgia
en la mirada. Puede
que hubieras sido
entonces,
cuando en todos los trenes
de la tarde
vomitaban las puertas su
indigestión de gente
y abriste una esperanza
entre los labios
como un destello triste.
Nos dejamos marchar en el
museo
de la desesperanza
de todas la figuras.
Has sido tantas veces y no
has sido
que eres todas las sombras
que forman el vacío.
Cada vez que te niego me
desbordas.
Si me contienes puedes
sucumbir al espacio de
cada recipiente
como supera el mar las
horas muertas
en cada pleamar. Si soy
quien guarda
la esencia de tu forma, es
tu medida
la que cambia a su antojo
hasta quedarse
siempre debajo, adrede, de
su espacio
para verse en su marco
superada
como se cubre en cada
bienvenida
una boca con otra en cada
beso.
Yo sé que puedo ser en mis
certezas
o en la utopía de tu
incertidumbre.
Tierra firme en el agua
del deseo
es la contradicción de tu
llamada.
No pierdas más tu esencia
atemporal.
Te guardo entre las cosas
que la vida
valora en su vacío.
Trampas
al solitario
Recordar
es un pacto
con
nuestra soledad,
una
trampa al calor de la memoria
con la
que no agotar las horas muertas
en el
fraude imposible del silencio.
Por eso
recordar es estar solo
y su
ejercicio un acto irresponsable:
valida
al solitario en su condena.
GEOGRAFÍA
GRANADA
I
Porque
pude aplazarte y no lo hice
me
encontraste desnudo.
No
conocí tus pliegos más oscuros
ni el
laberinto azul de todas tus mañanas
superando
a la noche como sombras,
pero me
reconozco en tus aceras.
Te
busqué con la inercia del que huye
del pago
de una deuda
y
encuentra su refugio
en la
mirada anónima de los puntos del mapa.
Quise
encontrarte ausente
y no
mirar tan pronto
a tus
ojos acuosos en el río Genil:
no sé
decirle adiós a una mirada.
Pero
encontré la piedra de tus noches
encadenada
al fondo
del frío
amanecer de las promesas.
II
Si te
quito la ropa
serán un
mapa abierto
los
rincones oscuros de tu cuerpo.
Guardas
con avaricia un mundo entre las manos
como un
tesoro virgen,
pero
puedo asomarme a tus abismos
y
provocar al día con mis dedos,
un
húmedo temblor
entregando
mi cuerpo como en un sacrificio.
Vamos a proponernos
que
igual que pierde el hielo de los vasos
su fría
compostura frente al whisky
con el
último trago ya no tenga sentido
la
puerta de tus piernas
cerrada
ni la
prudencia tibia de mi ropa.
Lo
negaré mañana
y se te
habrá olvidado y
mientras tanto
una
mesilla y un despertador
y el
frío como un huésped
tendido
en un sillón junto a la ropa.
III
Cada
puesta de sol
tiene su
biografía,
su
desgarro de púrpuras
o la
luna asomándose a unos labios.
Antes de
irse
el día
derrama
sus promesas
como en
un movimiento de caderas
hay una
profecía.
Los
amantes que beben
sus
labios junto al mar
sufrirán
su resaca de salitre.
El
hombre que lee solo
dibujará
su bosque de preguntas;
y el
niño que en verano
se
pierde en un paréntesis de dudas
mirará
los naranjas recordando
un
rostro en el desorden de pupitres
que dejó
en la ciudad
y
escribirá su nombre junto al río.
Cada
puesta de sol es una herida
abierta
al horizonte
que
sangra su nostalgia de violetas.
En cada
anochecer
promete
un Sol distinto su regreso
igual
que tus caderas
sacudiendo
la calle hasta perderse
al
doblar una esquina en la calle Ruiseñor
me
prometen volver.
CRACOVIA
Porque
no sé si hay suelo
debajo
de mis pies, he renunciado
a
ponerme poético
haciendo
poesía,
a
desangrarme sobre el escritorio
para
hablar de tus labios.
Prefiero
describir
la Plaza
del Mercado
y su
conspiración contra la sombra,
su pacto
con la luz y con la historia,
la
verdad del testigo de las fotografías.
Contra
la pulpa roja de tu boca
hay una
invocación sobre la piedra,
un guiño
de metal en los puentes del Vístula,
la
conjura del musgo en los muros de Wawel.
Porque
hablar de tu cuerpo es un abismo
puedo
anudar la prosa de las calles
al
lamento obstinado de sus trenes
en la
Estación Central.
Hay
parejas que esperan su tranvía
para
decirse adiós con mirada de agua
porque
saben que hay puentes
que
conectan los besos con todos los mañanas.
He roto
el manifiesto de tus ojos.
Cracovia
es una mesa y tres amigos,
tu delantal
y el hambre de tu cuerpo,
el deseo
a la carta que pudiste entregarme
en aquel
restaurante de la calle Florianska,
saliva
inalcanzable de tus labios.
MADRID
Nocturno
I
Has
salido a encontrarte en el asfalto
con el
murmullo rítmico del agua que en la acera golpea
como
golpea la noche en las puertas cerradas
celosa
de la luz,
como
suena la ausencia en tu casa vacía, en el día más largo, en las habitaciones
que no
pisas.
La
muchedumbre es un lugar vacío igual que un folio en blanco,
por eso
su sonido es el silencio,
un silencio
templado de voces que se tocan y se huyen,
que no
buscan oídos sino la claridad de la intemperie.
En los
escaparates tu reflejo parece una promesa:
tiene
algo de mentira,
se
confunde con otros
reflejos
que prometen igual que los letreros que anuncian los productos enclaustrados
detrás
de los cristales.
Has
encontrado asilo en los semáforos
donde la
vida sigue sin nosotros,
desfilando
en desorden como se escapa el tiempo en los andenes
mientras
pasan los trenes y ninguno es el nuestro.
No te
duele el empuje de la inercia
ni el
desgaste metálico con que se enmarcan todas las miradas
que son
ventanas. Puedes
arroparte
en la niebla y verte solo
entre la
multitud.
¿Cómo te
reconoces?
Nocturno II
Las aceras responden
al ruido de tus pasos como desconocidas
que evitan el saludo porque se reconocen
habitando la noche que transitas.
Camino del exilio
de una cama deshecha que sabe de tu ausencia
y no extraña las horas sin tu peso tendido
ni el abandono frio al que te entregas,
muerde la soledad como las horas
de una tarde infinita.
No
encuentras
en el cielo nocturno nada nuevo:
todo existe sin ti,
los astros fueron
y serán en la noche estuosas tumbas
donde descanse el tiempo.
Sabes que llegarás tarde o temprano
al frio de la cama
y mirarás su cuerpo someterse
al código invariable de las sábanas
en el que en cada entrega
yacéis dos cuerpos muertos que la noche separa
como la costa huye al horizonte.
Por eso las aceras
te devuelven al mundo en que la ausencia
es todavía una morada en ruinas
que espera a su inquilino.
III
Hola a
todos, señores viajeros;
buenos
días, disculpen las molestias.
Me
encuentro sin trabajo desde hace cuatro años,
y una
minusvalía
del
sesenta porciento
me
impide trabajar ya de por vida.
Mi mujer
está enferma, y sufre de dolores
tan
graves que le impiden levantarse
de la
cama o la silla,
pero
no cobra
una pensión.
Tenemos
una hija
de
diecisiete años,
y un
niño más pequeño
de
apenas unos diez.
Mi
pensión es pequeña, doscientos treinta euros,
y casi
no llega para comer.
Si
tienen una ayuda, cualquier cosa nos sirve,
se lo
agradecería de todo corazón,
si no...
no se preocupen,
comprendo
que hay
muchos como yo cada mañana
pidiendo
en los vagones del metro de Madrid.
Tan sólo
quisiera
agradecerles
este
rato pequeño de atención
que han
sido tan amables de prestarme.
Muchas
gracias a todos...
Buenos
días.
IV
Las
miradas se cruzan
como en
una pregunta.
Una
sonrisa es siempre un acertijo.
Sucumbes
al calor de las promesas.
¿Cómo no
enamorarse
cada
quince minutos en Madrid?
¿Cómo no
en cada esquina, en cada cava, en cada callejón?
Ostalgie
En la ciudad
pasean,
como el eco de
un nombre gritado en el vacío,
escombros de
un palacio de memoria
sobre la
irrealidad de las promesas.
En esa
incertidumbre
pisa un hombre
la acera resolviendo
su enigma en
cada paso y provocando
a la ciudad
insomne
como en una
pelea.
Serpiente
azul, acuosa silueta,
el rio Spree
cruza condescendiente
el frio del
metal de nuestro siglo
igual que fue
testigo
de los
ferrocarriles hacia el Este
y de todas las
piras
del odio
en dócil
procesión.
Marca su
territorio un hombre solo
bajo el
múltiple espectro
del tiempo en
los relojes de Alexander
Platz.
Busca cobijo
el mundo en
sus señales compartidas,
en el compás
de un tiempo bajo acuerdo:
la piedra como
un símbolo,
los muros
derribados
de la historia
que han
llevado a su fin dilapidario.
Un margen en
los precios de la vida y un contorno
de
arquitectura utópica recogen
al hombre que
camina
y no piensa en
volver pero recuerda
que un día
fueron suyas las aceras
de
Friedrichshain,
el Muro y su
tragedia tatuada,
la cerveza en
Boxhagener y un beso
junto a las
viejas vías cuando el alba
firmaba el
manuscrito de la noche
con una
despedida.
HAIKUS
URBANOS
I
Hecha de aire
por el patio
se cuela
la voz de un
niño.
II
De largo
viste
sus días el
verano.
La noche
aguarda.
III
Tras los
tejados
el sol tiene
la forma
de una
moneda.
IV
Sábanas
nuevas.
Este amor
sólo vibra
sobre la
cama.
V
Mientras
derrama
su mirada en
el suelo
el sol se
pone.
VI
Junto a las
vías
la muchacha
se bebe
la madrugada.
VII
Mientras
sudando
el amor se
consume
la noche
vela.
VIII
Tarde lluviosa.
El cielo lanza sus besos
sobre la acera.
Tarde lluviosa.
El cielo lanza sus besos
sobre la acera.
IX
Mientras miramos
la vida en los andenes
el tren se pierde.
Mientras miramos
la vida en los andenes
el tren se pierde.
X
La madrugada
es un frío carámbano
que el sol deshace.
La madrugada
es un frío carámbano
que el sol deshace.
XI
Una ventana
es la fría mirada
de un solitario.
Una ventana
es la fría mirada
de un solitario.
XII
La
compañía
es la suma optimista
de soledades.
es la suma optimista
de soledades.
XIII
Una
farola.
La luz
se precipita
de su
perchero.
XIV
Desde la
altura
las
ciudades parecen
un
garabato.
XV
Como el
silencio
las
miradas expresan
lo que
no dicen.
FÍSICA Y
QUÍMICA
Cuestión
de semántica
Podríamos
llamarle
amor a
nuestro oficio de luces apagadas,
a cada
cremallera
que cede
a tu chantaje y a mis manos
contra
la burocracia de tu ropa.
Hay un
millón de fórmulas para encubrir un crimen
contra
la rigidez de la semántica.
No
podemos negar que en esta entrega
de cuerpos,
cuando
se ha sobornado a los testigos
el
ritual simula una danza amorosa:
podría
prometértelo
para
toda la vida.
Y a
veces me preguntas
recostada en el borde de la cama,
con el
código Morse que encripta tu silencio,
si hay
un paso que dar,
si todavía
se puede
ir más allá sin traspasar la línea.
Yo no
voy a esperar una respuesta.
Puedes
llamarlo amor.
Yo sé
que es prometer o retirarse.
Materia
oscura
Dime de
qué estás hecho, Amor,
en que
periodo o grupo
de qué
tabla periódica
puedo
buscar la esencia de tu pulso.
Me
tientan los Lantánidos
con su
jerga enroscada:
Praseodimio,
Samario,
Promecio,
Gadolinio.
¿O es
que eres más sencillo?
¿Acaso
un alcalino?
Puedo
pensar en la erosión del Sodio
o en la
energía amable del Potasio
y la
ilusión del Litio.
Tal vez
en los actínidos
y en sus
geografías
debo
buscarte, Amor:
Americio,
Plutonio,
Californio,
Neptunio
o el
inestable Uranio
radiando
al corazón desde el estómago.
¿Con qué
combinación te conformaste
como el
notario de nuestra experiencia?
¿Fue de
los gases nobles
de quien
supiste, Amor,
imitarte
intangible,
inestable,
fugaz y transparente?
He
querido encontrarte en los metales
y su
combinación con los alógenos,
en
ácidos y en sales, en la simple
y
taciturna soledad del hidrógeno.
¿Cuál es
tu realidad?¿Tienes algún soporte
material
entramado en este mundo?
… y sin
embargo…
Hoy ha
salido el sol y, sin embargo,
la vida,
o el amor, es un abismo,
el
sonido lejano de un pájaro escondido:
buscarlo
es provocar su desbandada.
Todo lo
que no dices
Como en
un claroscuro
la
sombra delimita la frontera,
he
buscado sentido en lo que callas,
en cada
negación que te ha sellado
los
labios como un beso.
El
silencio es de mármol,
un frío
recipiente donde mueren
en un
fondo sombrío tus palabras.
Todo lo
que no dices me condena
para
salvarte tú
porque
me hace culpable de encontrar un sentido
en
aquello que escondes
que es
robarle la luz a tu silencio,
crearte
artificial a mi medida.
Tu voz,
que es una casa
vacía,
sólo guarda
una
sombra de ti por los pasillos.
Todo lo
que no dices me condena.
¿Cómo
puedo acertar en tu penumbra?
El niño,
junto al mar, mira las olas…
El niño,
junto al mar, mira las olas…
no se
deciden,
vienen
jurándole
a la arena lealtad
igual
que me prometen tus abismos
no
sucumbir al vértigo. La espuma
me
traiciona en tus labios.
Monotonía
Sé que
el despertador
vendrá
para saldar su compromiso
y no
tendrá piedad en nuestro encuentro:
inflamará
las horas
que
dediqué a buscarte entre las sábanas
con un
calor distinto
y sin
consumación.
Sé que
después los trenes
aplicarán
su disciplina de rapiña
con
nuestros cuerpos fríos,
y
vendrán los minutos con su fiebre,
y la
megafonía
querrá
multiplicar en los andenes
los
empujones tercos de la prisa.
La
prisa: ese hijo ilegítimo
de
nuestra voluntad,
un
residuo esperpéntico
que
pugna su papel
protagonista.
Sacude
el minutero
la
voluntad ligada a la imperiosa
urgencia
de la agenda.
Carrera
sin obstáculos.
Las
horas obedecen a la inercia
del
calendario.
Pero es
la noche el proveedor del fuego
de una
sábana a medias,
la que
abrasa el silencio hasta la aurora,
hasta
el
vértigo de un timbre programado:
el
desahucio del sueño.
Sé que
el despertador-
mañana-
inflamará
las horas,
de nuevo,
y que
vendrá algún tren con su rapiña.
Pero yo
me detengo para verte
en el
abismo de la cama
deshecha,
en la
brecha infinita que ha unido nuestros cuerpos
por el
desfiladero de las sábanas.
¡Que no
tenga piedad el sonido del alba!
Yo voy a
consumir la madrugada.
Realidad virtual
Yo no soy ningún tonto.
Eso me digo cuando
desatino
al mirarte a los ojos en
las fotografías,
cuando amanezco y mi cama
me arropa
con dedicación única
pero he creído amarte en
las promesas
del sueño.
Se arma tu soledad contra
el empeño
tranquilo y frágil de mi
soledad,
como se impone el tiempo a
la constante
renuncia de los
calendarios.
Yo sé
que no estarás ahí.
Sé que hay una insistencia
decidida
en el agua de un río
que intenta doblegar la
voluntad
tranquila y firme de todos
los márgenes.
Todas las de perder
para quien argumente
contra el cauce
por donde anuda el rio su
nostalgia
al terco porvenir.
Ahí estás tú
fingiendo que las horas
no pasarán en balde
si mis aguas se encrespan
para borrar tus diques.
Y sin embargo
yo sé que soy un tonto
aunque puedo fingir que te
conozco
en los ojos de las
fotografías,
en el tono invisible
de un mensaje de texto.
Todas las de perder para
quien busca
una meditación en tus
silencios,
una verdad en todo lo que
dices
o palabras de amor en un
“te quiero”
que sale de tu boca.
Virtualidad de los
escaparates,
ancho mundo en tus redes
para los subterfugios
que ampara la distancia.
Como un velo en el rostro
de cada pasajero, este
viaje
es siempre un “más o
menos” sin medidas
exactas.
La realidad virtual de los
poemas
se parece a tu nombre:
no es más que tu mirada
en las fotografías.
Sin
noticias
A Omaima
Alrededor
de ti
espacio
y tiempo
sostienen
su desmán de acumularse.
¿Cómo
será tu mundo? ¿Dónde reside ahora
tu
figura de aire?
¿Por qué
pliegues se escribe en el desorden
tu
biografía?
Quiero
saber de ti pero no encuentro
la
fórmula precisa de tus mapas.
La vida
es un diálogo del mundo con nuestra soledad
La vida
es un diálogo del mundo
con
nuestra soledad.
Puede
ser un abismo de silencio
o el
ruido del colapso de todas las promesas.
La tarde
se deshoja en el otoño.
Hay un
ocre empeñado
en
disponer su alfombra en las aceras
al ruido
de tus pasos
mientras
todos asumen
ese
silencio atento que es un murmullo sordo.
Se puede
prometer con el silencio
pero la
vida cumple
tan sólo
en el diálogo del mundo
con
nuestra soledad.
Es
mentira estar solo.
El mundo
que nos habla también es compañero de presidio
en este
cuerpo vivo.
Compañeros
de viaje
Hay un
ansia distinta en noches como esta
cuando
no se preludian
mañanas
abocadas
a la
firme custodia de los despertadores:
esas
intransigentes
y tercas
carabinas de la sombra.
En
noches como esta
la
verdad es un duelo
en el
fondo de un vaso de cerveza
y en las
expectativas sobre un cuerpo que viste
sus
ropas todavía
en la
pista de baile.
Casi se
descompone
en
pétalos metálicos la noche,
en su
espectro sombrío de luz artificial
o en la
consagración de una costumbre
de
beberse las horas y tres vasos de whisky
antes de
dar la una cualquier viernes.
Supimos
inventarnos las excusas
para
acudir con la puntualidad
que
nunca le exigimos a nadie en nuestras citas.
Y nunca
fuimos solos. El ritual
se
sirvió en la liturgia colectiva
del
paganismo apócrifo del sábado
o de la
penitencia del domingo en Septiembre
después
del viacrucis del verano.
En
noches como esta
ocupando
la silla de un jardín extranjero,
distinta
latitud, la misma hora,
los años
perseveran en su erosión constante.
Pesa la
soledad
mucho
más que los años.
Ya no es
el mismo whisky
y la
ansiedad del viernes
va
adquiriendo su forma de domingo,
la tibia
mansedumbre del otoño:
las
hojas caen como en los almanaques
se caen
tardes de cine y de parejas.
Sé que
tendiendo puentes siempre estaréis ahí
como hay
una mentira en todas las promesas.
Hoy es
viernes
y en
noches como esta
me
siento en una silla de un jardín extranjero -
pesa la
soledad
en todos
los milímetros del mapa -
porque
hemos renunciado a las excusas,
a la
puntualidad de la cerveza
y a
buscar la saliva de un beso en la penumbra
del
penúltimo bar
de
madrugada.
El
tiempo es un espejo de mirada implacable.
Nunca
resistiremos su juicio insolidario.
Pero hay
una mentira
en todas
las promesas.
EPÍLOGO
A pesar
del abismo del idioma
de cada
soledad
nos encontramos
en todas
las señales.
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