Tres para Septiembre



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Tres para septiembre


Raúl Cordero Núñez











ÍNDICE
PRÓLOGO
HISTORIA
Voy a engañarte en casi todo
Advertencia
Una fotografía
Cuarenta años y un día
Camino de la cita
Los Mercados I
Febrero
Primera vez
Cosas que hacer a solas
El verano
Los Mercados II
Septiembre
Pero no lo sabíamos
Oportunidad
Trampas al solitario

GEOGRAFÍA
GRANADA
I
II
III
CRACOVIA
MADRID
I (Nocturno)
II (Nocturno)
III
IV
Ostalgie
HAIKUS URBANOS

FÍSICA Y QUÍMICA
Cuestión de semántica
Materia oscura
…y sin embargo…
Todo lo que no dices
El niño, junto al mar, mira las olas…
Monotonía
Realidad virtual
Sin noticias
La vida es un diálogo del mundo con nuestra soledad
Compañeros de viaje

EPÍLOGO






PRÓLOGO

Hay una intimidad
también en las palabras compartidas,
en la desnudez mutua
de la conversación.

Tú le sumas
al rígido esqueleto del monólogo
el calor de la sangre de las dudas
anegando la piel como en las playas
la indecisión del mar
improvisa sus ritmos en la arena.

En un lugar común quiero encontrarte,
en ese espacio abierto que está por construir.

Una conversación
es siempre una aventura de optimistas
que juegan a encontrarse en el idioma,
que apuestan contra el riesgo de perderse
en la conspiración
sutil e inmanejable del lenguaje.

Soy mucho más que en mí en ese nosotros
que es siempre una promesa.

Allí quiero encontrarte,
    en la precaria
construcción de sentidos compartidos,
en este espacio abierto
que nunca es una suma
    exacta
de tu voz y la mía,
        pero
que sólo existe en mí si estoy contigo.













HISTORIA













Voy a engañarte en casi todo,
es una condición de la memoria.







Advertencia

Apenas una historia que contar
sería suficiente. Entre las tachaduras
ver la supervivencia de los muebles
de un lenguaje común
armarse con sentido, como se arma el idioma
en que hablan tus silencios.

Pero es la madrugada una promesa
difícil de cumplir.

Tan sólo una advertencia:
que los versos no sean
aquello en que la carne no supo realizarse.






Fotografía

Hay siempre una renuncia
en el paso del tiempo
que encuentra su medida en la instantánea
de las fotografías.
Un espejo es un fraude en que ponemos
una esperanza en vano.

De nosotros nos hablan
mucho más las nostalgias que el presente

y por eso al mirarnos
en las fotografías
entendemos que ayer
era un vacio real lleno de sueños,
que ha habido un coro de renuncias
y que el tiempo es un monstruo
hambriento de estrategias.

Los espejos aprueban
pero
una fotografía obliga a suspenderse,
a buscar las promesas,
a transitar la sombra del presente
llena de realidad
                                   vacía de sueños.







Cuarenta años y un día

            26 de Enero de 1977,

Te pidieron silencio
en el atardecer de una promesa.

Pueden también los sueños
ponerse como el sol
detrás de un uniforme y su retórica,
de una camisa azul y una cruzada.

Te pidieron silencio
y en las plazas mojadas- la lluvia se batía
contra el mismo empedrado-
se alzaron las banderas con afán de mordaza.

Los himnos celebraban al hombre mutilado.

La calle era un abismo de silencio.

Y la aurora fue un grito contra el tiempo.

Pueden morir los sueños
como mueren los hombres,

como los mediodías
sucumben en la tarde
de todas las promesas.

Y un hombre en el umbral
de una revancha
quiere elevar su voz sobre los féretros
                                                              de Enero.

- No me pidas silencio
que son cuarenta años de voces mutiladas.

Pueden morir los hombres
como se muere un sueño,
igual que las promesas se deshacen
en los ríos del tiempo.

Y un hombre en el umbral
quiere elevar su voz sobre los féretros de Enero.

No sabe
que aún han de pedirle silencio un día más,
que esta condena son
cuarenta años y un día
                                     de Enero.







Camino de la cita

Calculo la distancia
para salir de casa descontando en los trenes
los besos que se escapan en el andén vacío.
Pasan las estaciones
como se van los días laborables
tachando sin huella en los calendarios.

Camino de la cita
las dudas son un equipaje abierto:
pienso que debería
negociar con mi ropa
una rendición justa en la frontera
de mi gusto y el tuyo;
todo me sobra encima
de este cuerpo extranjero
cuando voy a mirarme en tus espejos;
temo que la elocuencia
de la ficción de las conversaciones
que nunca mantuvimos
se fugue al verte igual que la mañana
cede frente al empuje de la tarde.

Caminar hacia ti
es mi desnudo en todos los espejos,
mi intimidad rendida
al firme veredicto de tus ojos.
El Cercanías muerde la distancia, desbrozando
un camino de ida
desde mi soledad hasta tus labios.







Los mercados I

Una moneda en el vaso
y una manta en las rodillas.
Y tu mirada sobre la acera: la luz
las lágrimas de una farola.

La gente en la calle, y el aire
no deja ver las estrellas.

Las ciudades se encogen de hombros,
asumen a los que sobran
como elementos de un esquema,
tienen sus constelaciones
enlatadas. Nada rompe
su dinámica de monstruo
devorador de promesas. Y tú
con la mirada clavada en la acera.







Febrero

Tiene la misma luz
esta tarde que otras,
el mismo dilatarse hasta el ocaso
temprano de Febrero.
Parece que su brillo fuera un préstamo
de otras tardes iguales.

En la mesa el desorden
es un acogedor espacio mudo
para la soledad de los poemas
o la nostalgia en todos los relatos.

Sobrecoge la sombra
de todos los Febreros
pintándose de nuevo en los ladrillos
de la fachada gris de la memoria.

Siempre es volver mirarse en el invierno,
una comparación distorsionada
calzando otros zapatos.

Esta tarde se enrosca en su rutina
de ser tarde en Febrero:
palidece la luz, el sol ensaya
una mentira ya representada
y se pierde otro día es sus resquicios
como en los calendarios
es eterno el otoño.

Siempre es volver…

Siempre es la misma tarde
derramando su escarcha en la calle vacía.

Pero hoy, por la ventana,
veo colorearse los almendros.





Primera vez

Se dejaron caer, como si el mundo
no fuera a detenerse,
los pliegos accesorios de la noche.
Sobre el mantel nocturno desplegaba
sus métales tu cuerpo
detrás de la cortina del invierno.

Y de pronto caían
en un fondo abismal de incertidumbre
todo lo que aprendimos,
las horas de pupitre, las lecciones
con el alma amputada
del temario soez de  biología:
más tienen que decir dos cuerpos rígidos
sometidos al límite del mundo,
ceñidos en el margen de la cama.
Una mano viajera exploró tu territorio adolescente
igual que una mirada
se posa en los retales de la historia
en los libros de texto
y sucumbe en la piedra de los muros
de las viejas murallas
porque guardan las voces de un relato
que pierde su mayúscula en tu cuerpo
cuando adivina el mío la exactitud del mundo.

Descubriste mis dudas
que bajo el pantalón te señalaban
y buscaban a oscuras
enterrarse en la luz de tu respuesta.
Fuimos un garabato
enredando su trazo entre las sábanas
sin apenas perder el envoltorio,
y de nuevo nos vimos como extraños
sin la falsa coraza de la ropa,
salpicando la noche
con el vapor de luz de tus gemidos
ardiendo en el empuje de mi inercia.

Tu cuerpo, como un dique, me contuvo
a costa del desgaste de tu orilla.

Nada nos enseñaron
que valiese la pena hasta el momento
de tu cuerpo y mi cuerpo.
Todo lo descubrimos
palpando a tientas la ciudad sin mapas:
la flor de tu saliva- universo en tu boca-
la escarcha de mis dedos derretida
en el hondo humedal de tu silencio,
la sombra de mis dudas
torpemente embistiendo tus respuestas
hasta un fondo arrancado a tus suspiros,
las manos como sombras…

Fuimos desmantelando tercamente
la rutina ancestral de los amantes:
siempre es irrepetible, aunque se imite,
el tiempo compartido.

Con un precoz alivio a tu dolor
deshicimos los mitos.





Cosas que hacer a solas

Es posible que sea
un solitario. Me dicen los que saben
de mí que nunca dejo
espacio para nadie.
Es posible que sea
como ellos dicen.

Pero hay algunas cosas
que no dejan espacio
apenas para mí:
manchar una hoja en blanco
con la biografía de un deseo;
abrir una pequeña conserva de sardinas
y comer en silencio; leer a Ángel González,
reposar la cabeza en el respaldo
de la silla; o armar
un mueble del Ikea
que nos reta a estudiar su complicada ingeniería.

Algunas cosas piden
una presencia única y primera,
la subordinación de nuestro mundo a su demanda.
Por ejemplo,
remover el azúcar del café
o cortarse las uñas;
mover de un sitio a otro
     la ropa,
deshacerse del fuego de una erección insólita.

Dice quien me conoce
que soy
   un solitario.

Se equivocan.
Pero es tanta la urgencia
que tienen los objetos
 de mí
que sólo puedo darme de uno en uno.







El verano

¡Mirad la soledad de las aceras!
La luz, con su martillo,
golpea el suelo gris desdibujando
sus líneas. Duermen todos
una siesta infinita
en las habitaciones del verano
y es el tiempo más largo de la infancia
esa espera mortal de los adultos.

¡Mirad la soledad
que cabe en unas horas de abandono!







Los Mercados II

Mañana será otro día
como tantos.
La misma oferta en los escaparates
y una misma
melodía enlatada en los lineales
de los super-mercados:
pontífices del credo democrático,
avatares del dios de la codicia.

Y pasado mañana
es un folio manchado.
Porque el género expuesto
a su caducidad
tiene stock suficiente:
sólo se echa a perder
aquello que ha encontrado su reemplazo.







Septiembre

Un columpio vacío. La ventana
sin luz de las moradas del verano.
El olor a humedad. La media tarde.
La luz del sol manchada
con el ocre del polvo de una lámpara vieja.
Del verano nos queda
una herida que sangra sus hojas amarillas
y una nostalgia siempre prematura.
Domingo del verano. Septiembre.




Pero no lo sabíamos

Crecer no es encontrar una respuesta.
Cuando los días eran
indulgentes,
y el tiempo una medida inabarcable
con el peso en las horas de todo el porvenir,
solía acariciarnos
      el mundo
con la conformidad de su apariencia:
tan sólo sus reflejos nos eran suficientes.

Entonces las lecciones
trataban de explicar que la sonrisa
del cielo en nuestras noches de verano
era un frío satélite,
que las pecas de plata de la noche
eran inalcanzables
esferas de materia incandescente
igual que el corazón que descubría
una piel tras las plumas de tu abrigo,
el calor de la sangre detrás de tu corteza.

Apenas sujetaban nuestras manos
el dúctil material de las promesas.

Ingenuos, pretendimos
palpar la superficie de una conspiración
y pensar que es el tiempo un compañero
que nos ayuda a hacer el equipaje,
a facturar los sueños
en la improbable terminal de nuestra infancia.

Madurar
es abrir la maleta y darse cuenta
de que nuestro equipaje es el de otro.

¿Quién eres tú?

Crecer no era encontrar una respuesta
sino saber hacerse la pregunta,
                                               pero no lo sabíamos.






Oportunidad

Dueles porque no fuiste
apenas realidad que ser espina,
ni la euforia fugaz de la conquista
ni el drama persistente de la pérdida.

Dueles porque no fuiste.

Qué forma de ser tú que apenas eres
una sombra sin cuerpo.

No fuiste en la metálica apariencia
de la noche sin señas
más que un deseo mudo que enterrar con el alba
cuando se comprometen las promesas
a verse bajo el sol sin maquillajes
ni excusas que encubrir con la liturgia
frenética del viernes:
al alba se amontonan las apuestas
que cobrarle a la noche
o que aportar al fondo del deseo.

Pudiste ser aquella
junto a la escalinata
de la sonrisa fiera y la nostalgia
en la mirada. Puede
que hubieras sido entonces,
cuando en todos los trenes de la tarde
vomitaban las puertas su indigestión de gente
y abriste una esperanza entre los labios
como un destello triste.
Nos dejamos marchar en el museo
de la desesperanza
de todas la figuras.

Has sido tantas veces y no has sido
que eres todas las sombras que forman el vacío.

Cada vez que te niego me desbordas.

Si me contienes puedes
sucumbir al espacio de cada recipiente
como supera el mar las horas muertas
en cada pleamar. Si soy quien  guarda
la esencia de tu forma, es tu medida
la que cambia a su antojo hasta quedarse
siempre debajo, adrede, de su espacio
para verse en su marco superada
como se cubre en cada bienvenida
una boca con otra en cada beso.

Yo sé que puedo ser en mis certezas
o en la utopía de tu incertidumbre.

Tierra firme en el agua del deseo
es la contradicción de tu llamada.

No pierdas más tu esencia atemporal.

Te guardo entre las cosas que la vida
valora en su vacío.







Trampas al solitario

Recordar es un pacto
con nuestra soledad,

una trampa al calor de la memoria
con la que no agotar las horas muertas
en el fraude imposible del silencio.

Por eso recordar es estar solo
y su ejercicio un acto irresponsable:
valida al solitario en su condena.














GEOGRAFÍA





GRANADA

I

Porque pude aplazarte y no lo hice
me encontraste desnudo.

No conocí tus pliegos más oscuros
ni el laberinto azul de todas tus mañanas
superando a la noche como sombras,
pero me reconozco en tus aceras.

Te busqué con la inercia del que huye
del pago de una deuda
y encuentra su refugio
en la mirada anónima de los puntos del mapa.
Quise encontrarte ausente
y no mirar tan pronto
a tus ojos acuosos en el río Genil:
no sé decirle adiós a una mirada.

Pero encontré la piedra de tus noches
encadenada al fondo
del frío amanecer de las promesas.





II


Si te quito la ropa
serán un mapa abierto
los rincones oscuros de tu cuerpo.
Guardas con avaricia un mundo entre las manos
como un tesoro virgen,
pero puedo asomarme a tus abismos
y provocar al día con mis dedos,
un húmedo temblor
entregando mi cuerpo como en un sacrificio.

Vamos a proponernos
que igual que pierde el hielo de los vasos
su fría compostura frente al whisky
con el último trago ya no tenga sentido
la puerta de tus piernas
                                       cerrada
ni la prudencia tibia de mi ropa.

Lo negaré mañana
y se te habrá olvidado y
                                        mientras tanto
una mesilla y un despertador
y el frío como un huésped
tendido en un sillón junto a la ropa.





III

Cada puesta de sol
tiene su biografía,
su desgarro de púrpuras
o la luna asomándose a unos labios.

Antes de irse
                        el día
derrama sus promesas
como en un movimiento de caderas
hay una profecía.

Los amantes que beben
sus labios junto al mar
sufrirán su resaca de salitre.
El hombre que lee solo
dibujará su bosque de preguntas;
y el niño que en verano
se pierde en un paréntesis de dudas
mirará los naranjas recordando
un rostro en el desorden de pupitres
que dejó en la ciudad
y escribirá su nombre junto al río.

Cada puesta de sol es una herida
abierta al horizonte
que sangra su nostalgia de violetas.

En cada anochecer
promete un Sol distinto su regreso
igual que tus caderas
sacudiendo la calle hasta perderse
al doblar una esquina en la calle Ruiseñor
me prometen volver.





CRACOVIA

Porque no sé si hay suelo
debajo de mis pies, he renunciado
a ponerme poético
haciendo poesía,
a desangrarme sobre el escritorio
para hablar de tus labios.

Prefiero describir
la Plaza del Mercado
y su conspiración contra la sombra,
su pacto con la luz y con la historia,
la verdad del testigo de las fotografías.

Contra la pulpa roja de tu boca
hay una invocación sobre la piedra,
un guiño de metal en los puentes del Vístula,
la conjura del musgo en los muros de Wawel.
Porque hablar de tu cuerpo es un abismo
puedo anudar la prosa de las calles
al lamento obstinado de sus trenes
en la Estación Central.

Hay parejas que esperan su tranvía
para decirse adiós con mirada de agua
porque saben que hay puentes
que conectan los besos con todos los mañanas.

He roto el manifiesto de tus ojos.

Cracovia es una mesa y tres amigos,
tu delantal y el hambre de tu cuerpo,
el deseo a la carta que pudiste entregarme
en aquel restaurante de la calle Florianska,
saliva inalcanzable de tus labios.








MADRID


Nocturno I

Has salido a encontrarte en el asfalto
con el murmullo rítmico del agua que en la acera golpea
como golpea la noche en las puertas cerradas
celosa de la luz,
como suena la ausencia en tu casa vacía, en el día más largo, en las habitaciones que no
pisas.

La muchedumbre es un lugar vacío igual que un folio en blanco,
por eso su sonido es el silencio,
un silencio templado de voces que se tocan y se huyen,
que no buscan oídos sino la claridad de la intemperie.
En los escaparates tu reflejo parece una promesa:
tiene algo de mentira,
se confunde con otros
reflejos que prometen igual que los letreros que anuncian los productos enclaustrados
detrás de los cristales.

Has encontrado asilo en los semáforos
donde la vida sigue sin nosotros,
desfilando en desorden como se escapa el tiempo en los andenes
mientras pasan los trenes y ninguno es el nuestro.
No te duele el empuje de la inercia
ni el desgaste metálico con que se enmarcan todas las miradas
que son ventanas. Puedes
arroparte en la niebla y verte solo
entre la multitud.

¿Cómo te reconoces?








Nocturno II

Las aceras responden
al ruido de tus pasos como desconocidas
que evitan el saludo porque se reconocen
habitando la noche que transitas.
Camino del exilio
de una cama deshecha que sabe de tu ausencia
y no extraña las horas sin tu peso tendido
ni el abandono frio al que te entregas,
muerde la soledad como las horas
de una tarde infinita.
                                   No encuentras
en el cielo nocturno nada nuevo:
todo existe sin ti,
los astros fueron
y serán en la noche estuosas tumbas
donde descanse el tiempo.

Sabes que llegarás tarde o temprano
al frio de la cama
y mirarás su cuerpo someterse
al código invariable de las sábanas
en el que en cada entrega
yacéis dos cuerpos muertos que la noche separa
como la costa huye al horizonte.
Por eso las aceras
te devuelven al mundo en que la ausencia
es todavía una morada en ruinas
que espera a su inquilino.





III

Hola a todos, señores viajeros;
buenos días, disculpen las molestias.
Me encuentro sin trabajo desde hace cuatro años,
y una minusvalía
del sesenta porciento
me impide trabajar ya de por vida.
Mi mujer está enferma, y sufre de dolores
tan graves que le impiden levantarse
de la cama o la silla,
pero
no cobra una pensión.
Tenemos una hija
de diecisiete años,
y un niño más pequeño
de apenas unos diez.
Mi pensión es pequeña, doscientos treinta euros,
y casi no llega para comer.
Si tienen una ayuda, cualquier cosa nos sirve,
se lo agradecería de todo corazón,
si no... no se preocupen,
comprendo
que hay muchos como yo cada mañana
pidiendo en los vagones del metro de Madrid.
Tan sólo
quisiera agradecerles
este rato pequeño de atención
que han sido tan amables de prestarme.

Muchas gracias a todos...
Buenos días.







IV


Las miradas se cruzan
como en una pregunta.

Una sonrisa es siempre un acertijo.

Sucumbes al calor de las promesas.

¿Cómo no enamorarse
cada quince minutos en Madrid?
¿Cómo no en cada esquina, en cada cava, en cada callejón?







Ostalgie

En la ciudad pasean,
como el eco de un nombre gritado en el vacío,
escombros de un palacio de memoria
sobre la irrealidad de las promesas.
En esa incertidumbre
pisa un hombre la acera resolviendo
su enigma en cada paso y provocando
a la ciudad insomne
como en una pelea.

Serpiente azul, acuosa silueta,
el rio Spree cruza condescendiente
el frio del metal de nuestro siglo
igual que fue testigo
de los ferrocarriles hacia el Este
y de todas las piras
del odio
en dócil procesión.

Marca su territorio un hombre solo
bajo el múltiple espectro
del tiempo en los relojes de Alexander
Platz.
Busca cobijo
el mundo en sus señales compartidas,
en el compás de un tiempo bajo acuerdo:
la piedra como un símbolo,
los muros derribados
de la historia
que han llevado a su fin dilapidario.
Un margen en los precios de la vida y un contorno
de arquitectura utópica recogen
al hombre que camina
y no piensa en volver pero recuerda
que un día fueron suyas las aceras
de Friedrichshain,
el Muro y su tragedia tatuada,
la cerveza en Boxhagener y un beso
junto a las viejas vías cuando el alba
firmaba el manuscrito de la noche
con una despedida.





                                       

 HAIKUS URBANOS


                                               I

                                   Hecha de aire
                                   por el patio se cuela
                                   la voz de un niño.


                                               II

                                   De largo viste
                                   sus días el verano.
                                   La noche aguarda.


                                               III

                                   Tras los tejados
                                   el sol tiene la forma
                                   de una moneda.


                                               IV

                                   Sábanas nuevas.
                                   Este amor sólo vibra
                                   sobre la cama.

                                              


V

                                   Mientras derrama
                                   su mirada en el suelo
                                   el sol se pone.



                                               VI

                                   Junto a las vías
                                   la muchacha se bebe
                                   la madrugada.



                                               VII

                                   Mientras sudando
                                   el amor se consume
                                   la noche vela.



VIII

Tarde lluviosa.
El cielo lanza sus besos
sobre la acera.




IX

Mientras miramos
la vida en los andenes
el tren se pierde.



X

La madrugada
es un frío carámbano
que el sol deshace.



XI

Una ventana
es la fría mirada
de un solitario.



XII

La compañía
es la suma optimista
de soledades.





XIII

Una farola.
La luz se precipita
de su perchero.



XIV

Desde la altura
las ciudades parecen
un garabato.



XV

Como el silencio
las miradas expresan
lo que no dicen.
















FÍSICA Y QUÍMICA




Cuestión de semántica

Podríamos llamarle
amor a nuestro oficio de luces apagadas,
a cada cremallera
que cede a tu chantaje y a mis manos
contra la burocracia de tu ropa.

Hay un millón de fórmulas para encubrir un crimen
contra la rigidez de la semántica.

No podemos negar que en esta entrega
                                                              de cuerpos,
cuando se ha sobornado a los testigos
el ritual simula una danza amorosa:
podría prometértelo
para toda la vida.

Y a veces me preguntas
                                      recostada en el borde de la cama,
con el código Morse que encripta tu silencio,
si hay un paso que dar,
                                   si todavía
se puede ir más allá sin traspasar la línea.

Yo no voy a esperar una respuesta.

Puedes llamarlo amor.

Yo sé que es prometer o retirarse.





Materia oscura

Dime de qué estás hecho, Amor,
en que periodo o grupo
de qué tabla periódica
puedo buscar la esencia de tu pulso.

Me tientan los Lantánidos
con su jerga enroscada:
Praseodimio, Samario,
Promecio, Gadolinio.

¿O es que eres más sencillo?
¿Acaso un alcalino?
Puedo pensar en la erosión del Sodio
o en la energía amable del Potasio
y la ilusión del Litio.

Tal vez en los actínidos
y en sus geografías
debo buscarte, Amor:
Americio, Plutonio,
Californio, Neptunio
o el inestable Uranio
radiando al corazón desde el estómago.

¿Con qué combinación te conformaste
como el notario de nuestra experiencia?
¿Fue de los gases nobles
de quien supiste, Amor,
imitarte intangible,
inestable, fugaz y transparente?

He querido encontrarte en los metales
y su combinación con los alógenos,
en ácidos y en sales, en la simple
y taciturna soledad del hidrógeno.

¿Cuál es tu realidad?¿Tienes algún soporte
material entramado en este mundo?








… y sin embargo…

Hoy ha salido el sol y, sin embargo,
la vida, o el amor, es un abismo,
el sonido lejano de un pájaro escondido:
buscarlo es provocar su desbandada.






Todo lo que no dices

Como en un claroscuro
la sombra delimita la frontera,
he buscado sentido en lo que callas,
en cada negación que te ha sellado
los labios como un beso.
El silencio es de mármol,
un frío recipiente donde mueren
en un fondo sombrío tus palabras.

Todo lo que no dices me condena
para salvarte tú
porque me hace culpable de encontrar un sentido
en aquello que escondes
que es robarle la luz a tu silencio,
crearte artificial a mi medida.

Tu voz, que es una casa
vacía, sólo guarda
una sombra de ti por los pasillos.

Todo lo que no dices me condena.
¿Cómo puedo acertar en tu penumbra?





El niño, junto al mar, mira las olas…

El niño, junto al mar, mira las olas…
no se deciden,
                        vienen
jurándole a la arena lealtad
igual que me prometen tus abismos
no sucumbir al vértigo. La espuma
me traiciona en tus labios.






Monotonía


Sé que el despertador
vendrá para saldar su compromiso
y no tendrá piedad en nuestro encuentro:
inflamará las horas
que dediqué a buscarte entre las sábanas
con un calor distinto
y sin consumación.

Sé que después los trenes
aplicarán su disciplina de rapiña
con nuestros cuerpos fríos,
y vendrán los minutos con su fiebre,
y la megafonía
querrá multiplicar en los andenes
los empujones tercos de la prisa.

La prisa: ese hijo ilegítimo
de nuestra voluntad,
un residuo esperpéntico
que pugna su papel
                                   protagonista.

Sacude el minutero
la voluntad ligada a la imperiosa
urgencia de la agenda.

Carrera sin obstáculos.

Las horas obedecen a la inercia
del calendario.

Pero es la noche el proveedor del fuego
de una sábana a medias,
la que abrasa el silencio hasta la aurora,
hasta
el vértigo de un timbre programado:
el desahucio del sueño.

Sé que el despertador-
                                     mañana-
inflamará las horas,
                                   de nuevo,
y que vendrá algún tren con su rapiña.
Pero yo me detengo para verte
en el abismo de la cama
                                     deshecha,
en la brecha infinita que ha unido nuestros cuerpos
por el desfiladero de las sábanas.

¡Que no tenga piedad el sonido del alba!
Yo voy a consumir la madrugada.







Realidad virtual

Yo no soy ningún tonto.
Eso me digo cuando desatino
al mirarte a los ojos en las fotografías,
cuando amanezco y mi cama me arropa
con dedicación única
pero he creído amarte en las promesas
del sueño.      

Se arma tu soledad contra el empeño
tranquilo y frágil de mi soledad,
como se impone el tiempo a la constante
renuncia de los calendarios.

Yo sé
que no estarás ahí.
Sé que hay una insistencia decidida
en el agua de un río
que intenta doblegar la voluntad
tranquila y firme de todos los márgenes.

Todas las de perder
para quien argumente contra el cauce
por donde anuda el rio su nostalgia
al terco porvenir.

Ahí estás tú
fingiendo que las horas
no pasarán en balde
si mis aguas se encrespan para borrar tus diques.
Y sin embargo
yo sé que soy un tonto
aunque puedo fingir que te conozco
en los ojos de las fotografías,
en el tono invisible
de un mensaje de texto.

Todas las de perder para quien busca
una meditación en tus silencios,
una verdad en todo lo que dices
o palabras de amor en un “te quiero”
que sale de tu boca.

Virtualidad de los escaparates,
ancho mundo en tus redes
para los subterfugios
que ampara la distancia.
Como un velo en el rostro
de cada pasajero, este viaje
es siempre un “más o menos” sin medidas
exactas.

La realidad virtual de los poemas
se parece a tu nombre:
no es más que tu mirada
en las fotografías.







Sin noticias

            A Omaima

Alrededor de ti
espacio y tiempo
sostienen su desmán de acumularse.
¿Cómo será tu mundo? ¿Dónde reside ahora
tu figura de aire?
¿Por qué pliegues se escribe en el desorden
tu biografía?

Quiero saber de ti pero no encuentro
la fórmula precisa de tus mapas.






La vida es un diálogo del mundo con nuestra soledad

La vida es un diálogo del mundo
con nuestra soledad.
Puede ser un abismo de silencio
o el ruido del colapso de todas las promesas.

La tarde se deshoja en el otoño.
Hay un ocre empeñado
en disponer su alfombra en las aceras
al ruido de tus pasos
mientras todos asumen
ese silencio atento que es un murmullo sordo.

Se puede prometer con el silencio

pero la vida cumple
tan sólo en el diálogo del mundo
con nuestra soledad.

Es mentira estar solo.

El mundo que nos habla también es compañero de presidio
en este cuerpo vivo.





Compañeros de viaje

Hay un ansia distinta en noches como esta
cuando no se preludian
mañanas abocadas
a la firme custodia de los despertadores:
esas intransigentes
y tercas carabinas de la sombra.

En noches como esta
la verdad es un duelo
en el fondo de un vaso de cerveza
y en las expectativas sobre un cuerpo que viste
sus ropas todavía
en la pista de baile.
Casi se descompone
en pétalos metálicos la noche,
en su espectro sombrío de luz artificial
o en la consagración de una costumbre
de beberse las horas y tres vasos de whisky
antes de dar la una cualquier viernes.

Supimos inventarnos las excusas
para acudir con la puntualidad
que nunca le exigimos a nadie en nuestras citas.
Y nunca fuimos solos. El ritual
se sirvió en la liturgia colectiva
del paganismo apócrifo del sábado
o de la penitencia del domingo en Septiembre
después del viacrucis del verano.

En noches como esta
ocupando la silla de un jardín extranjero,
distinta latitud, la misma hora,
los años perseveran en su erosión constante.
Pesa la soledad
mucho más que los años.
Ya no es el mismo whisky
y la ansiedad del viernes
va adquiriendo su forma de domingo,
la tibia mansedumbre del otoño:
las hojas caen como en los almanaques
se caen tardes de cine y de parejas.

Sé que tendiendo puentes siempre estaréis ahí
como hay una mentira en todas las promesas.

Hoy es viernes
y en noches como esta
me siento en una silla de un jardín extranjero -
pesa la soledad
en todos los milímetros del mapa -
porque hemos renunciado a las excusas,
a la puntualidad de la cerveza
y a buscar la saliva de un beso en la penumbra
del penúltimo bar
de madrugada.

El tiempo es un espejo de mirada implacable.
Nunca resistiremos su juicio insolidario.

Pero hay una mentira
en todas las promesas.







EPÍLOGO

A pesar del abismo del idioma
de cada soledad
                             nos encontramos
en todas las señales.

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